Una de las cosas que más me gusta de Alemania es su infraestructura. El país cuenta con un enorme presupuesto anual para este tema. Los esfuerzos en esta materia se concentran más en la conservación y mejora de las obras ya existentes, que en la construcción de obras nuevas.
Alemania se encuentra constantemente en un proceso de mejora, y es un verdadero placer manejar por las calles y autopistas a lo largo del país. Asimismo, es fascinante el mundo de los trenes con su complejo sistema de rieles.
Aquí es muy típico ver siempre alguna Baustelle, u obra de construcción o reparación. Por motivo de éstas siempre hay alguna calle, autopista o sector cerrado, lo que provoca fuerte congestionamiento en el tráfico.
Con mucha frecuencia escucho a los alemanes quejándose de esto y de muchas otras cosas, y la verdad es que no puedo evitar decir que dejen la quejadera. Ciertamente estar en una cola no es chévere, pero estas obras de mejoramiento no son para dar por sentado. En otras partes del mundo no hay esta cultura de conservación, y hay que vivir con calles destruidas y con las construcciones deterioradas y defectuosas.
Siempre que puedo busco recordarle amablemente a los alemanes que se quejan por todo lo maravilloso que es su país y lo agradecidos que deberían estar de que las cosas son como son acá.