Alemania, a pesar de ser un país tan sólido y desarrollado económicamente, está catalogado como uno de los países donde más se sufre depresión en Europa (aproximadamente 13 Millones de personas la sufren). En una medida similar alarmante, con unos 11 millones de afectados, se presentan los trastornos de ansiedad en el país.

La ansiedad y la depresión son muy comunes, pero lamentablemente muy subestimadas en cuanto a su gravedad. Ambas enfermedades mentales suelen estar entrelazadas. La ansiedad puede provocar depresión y viceversa. Sin embargo, es importante distinguirlas para tratarlas de manera adecuada. Uno de los obstáculos más comunes que impide una atención eficaz es el estigma social asociado a estas condiciones mentales.

La depresión no es una simple tristeza y la ansiedad no son simples nervios como antes de presentar un examen. Ambas son condiciones muy serias donde la mente y las emociones se pueden ver severamente afectadas. Ambas pueden hacer sufrir mucho a la persona, llevándolas a un mal funcionamiento en todas las áreas de su vida, resultando en muchos casos incluso en suicidios.

Luego del corona y la cuarentena se dispararon en Alemania y en el mundo entero los casos de depresión y ansiedad en todas las edades, desde niños y adolescentes, hasta adultos y ancianos. Todo esto provocado por el miedo a un contagio, el extremo aislamiento social y la pérdida de empleos, que dejó sin un sustento económico a millones.

En Alemania existen cientos de clínicas a lo largo de todo el país en donde se tratan enfermedades psicosomáticas, ansiedad en sus diversas clasificaciones y depresión. Para el segundo trimestre de este 2021 todas estas clínicas estaban hasta el tope de pacientes y las listas de espera para obtener un cupo eran de meses. ¿Cómo lo sé? Porque lo viví en carne propia. Aquí quiero compartirles mi historia:

12 años ininterrumpidos de dolores crónicos y fatiga crónica, un invierno pesado, oscuro y eterno, una cuarentena interminable de aislamiento social, la falta de contacto, la falta de actividad en la calle, el miedo a una infección por corona porque soy grupo riesgo y un proyecto en el que estaba trabajando que me daba mucha ilusión, pero el cual superó mis fuerzas, me llevaron a una sobresaturación mental, emocional y física. Para completar, en mayo de este año empecé a tener problemas serios de concentración e intensos y constantes mareos, que me desataron mucha ansiedad y ataques de pánico, lo cual me llevó a caer en una depresión.

El que nunca ha vivido ésto, no tiene idea de qué se trata, ni de cómo se siente la persona que lo vive; es espantoso. Mi situación lejos de mejorar se iba empeorando con el tiempo hasta que me di cuenta de que era insostenible y tuve que tomar la decisión de irme a una clínica en la cual estuve un mes y medio. Tuve que poner en pausa todo en mi vida.

En esos meses antes de ir a la clínica y durante mi estadía allá, me refugié en Dios una vez más. Siempre lo he dicho, hasta el día de hoy, he soportado todo lo que me ha tocado con la fibromialgia porque Dios me ha sostenido. Ciertamente Dios ha permitido un sufrimiento muy grande en mi vida, pero al mismo tiempo su gracia me ha acompañado en todo momento. Con mucha frecuencia describo mi vida como una cadena de pequeños grandes milagros. Siempre lo he sentido a mi lado y esta etapa tan dura no fue la excepción. En medio de esa tormenta yo sabía que solo iba a salir de ahí si Dios me sacaba, humanamente lo vi difícil. Parece contradictorio, pero es a través de mi enfermedad y gracias a ella que Dios y Jesús se han vuelto tan reales y palpables en mi vida.

El apoyo profesional, de la familia y de amigos es vital, pero la ayuda humana es limitada.  Por mucho que te quieran ayudar, ellos no pueden llevar tu situación y cargar tu dolor físico y/o emocional. Hay situaciones donde solo Dios puede glorificarse en tu vida y ayudarte a llevarlo, y yo soy un testimonio de ello. 

Cuando estaba en la clínica sentía un profundo agradecimiento con Dios por permitirme vivir en un país como Alemania, donde tienes acceso a tratamientos de ese tipo. A mis compañeros les contaba que en Venezuela y en Latinoamérica en general, no existe algo así. Si te enfermas con depresión, burn out, ansiedad, pánico u otras enfermedades de este tipo, a nadie le interesa y te puedes morir en la calle como un perro. No existen este tipo de clínicas donde puedes tomarte una pausa de tu rutina, obligaciones y entorno para ocuparte de ti.

Dudé mucho si debía publicar este artículo o no porque es muy personal, pero cada vez conozco más y más gente que sufre de estos trastornos y considero que es un tema super importante del cual debe hablarse libremente.

Valiente es el que reconoce que tiene un problema y busca ayuda.